Las cosas de Paco y Juana 3: El ascenso

- Cari, ¿recuerdas que te hablé de Miguel, mi jefe?
- Vagamente, Paco
- Si hombre. Lo de que últimamente estaba muy simpático conmigo, que me había felicitado varias  veces por mi trabajo...
- Vale. El día que terminamos discutiendo porque te dije que te andaras con ojo porque algo buscaba.
- Juana, es que eres muy mal pensada.
- Paco, mal pensada no, precavida. Después de diez años en la empresa es la primera vez que me cuentas algo bueno de tu trabajo y nada más y nada menos que sobre lo agradable que está tu jefe contigo.
- Quizá por fin haya visto que soy eficaz en lo que hago. Igual hasta piensa en darme un ascenso.
- Quizá seamos millonarios porque nos ha tocado la lotería aunque no juguemos, Paco.
- Juana, ¿no será que tienes algo de envidia?
- Acabaramos - Lo de este hombre no es normal. Te lo digo yo. Envidia. ¿De qué?. ¿De tener que estar disponible las veinticuatro horas del día para cualquier cosa que le pidan? ¿De que haga más horas que un reloj? - Paco, tú por si acaso...
- Pues por si acaso... le he invitado a él y a su mujer a comer el domingo a casa.
- ¿Qué has hecho qué? Pero, ¿se te ha ido la cabeza o qué? ¿Y qué se supone que voy a hacer de comida? ¿Y los niños?
- Siempre te quejas de que me meto con tu comida. Para que veas lo orgulloso que estoy de ti, he invitado a mi jefe para que disfrute con nosotros de uno de tus platos estrella. Con la familia al completo, para  que vea que soy capaz no sólo de hacer un trabajo impecable sino que puede depositar en mí toda su confianza. Le voy a abrir las puertas de mi casa, le voy a presentar a mi familia...
- Alto, alto ahí. Que coges carrerilla y no hay quien te pare. O sea no sólo estás trabajando toda la semana fuera y dentro de casa sino que además quieres que lo haga yo también.
- Juana, juro que no te entiendo. Siempre dices lo que te gusta cocinar, lo orgullosa que estás de lo  bonita que está la casa...
- Claro, pero para nosotros, para la familia, los amigos. No para los jefes.
- Mi jefe, Juana. No lo olvides. Que me estoy jugando el ascenso.
- ¿Pero qué ascenso ni qué gaitas Paco? ¿Te han ofrecido algo y no me lo has dicho? Además, ¿cuál es mi plato estrella? Que no soy un restaurante.
- No, no me han hablado de nada diferente. Bueno. No exactamente. Fue algo en general. Y luego ya mi jefe me sonrió, habló de que le gustaba mi trabajo...
- Espera, espera, espera... ¿Qué es algo en general? Has dicho que últimamente está más simpático y que te ha felicitado varias veces.
- A ver, vale. Fue sólo ese día. Pero si me felicitó varias veces.
- El mismo día.
- Eso es.
- Paco, tu eres tonto. En serio te lo digo. ¿Puedes decirme que fue lo que dijo tu jefe? Palabra por palabra.
- Mujer, así de memoria no me acuerdo...
- ¿Paco?
- Vale. Llegó el lunes y dijo que había una vacante en la delegación de Málaga. De momento sólo se desplazaría allí alguien cualificado que recibiría soporte telemático desde la central de Madrid. Para  ir tanteando el mercado y ver si es viable mantener, incluso ampliar lo que hay o cerrarla definitivamente. Nos había reunido a todos pero cuando termino de hablar me sonrió a mí, Juana. Sólo a mí. Todo Dios callado y yo le dije que sonaba interesante.
- Tú. Nadie más.
- Pues  claro, Juana, son todos unos cobardes allí callados.
- O muy listos.
- El sueldo es el doble que lo que gano ahora y nos pagarían una casa, bueno, la casa que es a la vez la oficina. Un chollo vamos. Todos volvieron a sus sitios y yo, pues...
- ¿Y tú qué, Paco?
- Le dije que seguro que encontraría alguien responsable, trabajador que quisiera la vacante y entonces él comenzó a decirme que mis proyectos eran muy buenos, que estaba haciendo un  buen trabajo...
- Vamos que te eligió.
- Juana sólo estaba yo con él. Es obvio. Y creo que sería algo muy bueno. ¿Qué mejor que agradecérselo que invitándole a comer?
- Lo que es obvio es que no vamos a hacer esa comida.
- Pero Juana, ¿qué dicees?
- Que no vamos a ir  a Málaga, Paco. Que acabamos de terminar de instalarnos aquí y ya quieres que nos vayamos a otro sitio. Y ese sitio no sería una casa, sino una oficina.
- Juana, una casa con oficina.
- Ganando el doble.
- Trabajando el doble y experimental.
- Juana... Uy, espera. Me está sonando el móvil. Es mi jefe. Miguel, buenos días. No, ya sabe que nunca me molesta... Justo ahora estaba... ¿Qué la junta ha decidido cerrar la delegación de Málaga?... Claro, la saturación del mercado...Por supuesto, sin problema. ¿Les viene bien a las dos?... Perfecto. Hasta el domingo entonces. Gracias Miguel. Un saludo a la familia. Adiós.
- ¿Qué? ¿Qué pasa Paco?
- A tomar por culo el ascenso. La junta de accionistas cierra la delegación de Málaga.
- Paco... vamos Paco era un suicidio. No merecía la pena. Además tú vales más que eso. Lo que tienen que hacer es ascenderte aquí. Reconocer tu valía. Más. Ufff, menos mal que ya no tengo que pensar qué hacer de comida.
- Juana... la comida sigue en pie.
- Pero... ya no hay ascenso... ¿para qué?
- Porque tú misma lo has dicho. Merezco un ascenso. Aquí. La comida se hace. El domingo. A las dos. Pero nada de pescado al horno que te queda siempre soso.
- ¿Otra vez metiéndote con mi forma de cocinar, Paco? ¿En serio?... No tienes remedio





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