A mis amigos les dejan
¿Quién no ha utilizado esta frase ante sus padres cuando tenía la necesidad perentoria de que le dejasen hacer/ver algo que se salía de las rutinas/normas familiares? ¿Cuántas lágrimas no derramábamos cuando pese a esa poderosa y potente razón no nos salíamos con la nuestra? Ahora, con el paso de los años, he protagonizado esta familiar escena desde el otro lado: yo dando la negación mientras mi hijo esgrimía este argumento peregrino. Y es en este momento cuando me he reconciliado mentalmente con mis padres y entiendo sus razones, de bastante más peso y sensatas, de lo que hubiera creído. Es cierto que quizá en ocasiones pecaban de un exceso de celo a la hora de hacer algunas restricciones, especialmente televisivas, que es en las que quiero centrarme en concreto. Pero también lo es que ahora existe una permisividad perniciosa al respecto. Tan malo es proteger a nuestros vástagos de las garras del mundo exterior como sobre informarles o, lo que es peor, mostrarles real...