World Trade Center
World Trade Center es, ante todo, un ejercicio de fe, un elogio al valor, la historia de los supervivientes del mayor atentado terrorista que sufrió E.E.U.U. Oliver Stone muestra en esa primera media hora frenética, con brillante maestría y sin necesidad de recursos truculentos (no vemos en ningún momento los aviones estrellandose contra los edificios), la desorganización que existió ante las primeras señales de que algo terrible había sucedido, la sorpresa, la incomprensión y la incapacidad de reacción ante algo absolutamente inesperado, la confusión, la incredulidad, las primeras hipótesis con el ruido de fondo de los impactos y posteriores derrumbamientos, una sombra de uno de los aviones sobre un edificio y después... el silencio, la oscuridad en un espléndido, angustioso y sostenido fundido en negro tras el que aparecen los ojos de uno de los protagonistas. A partir de aquí, el ritmo se contiene hasta la detención, sólo roto para contar la angustia de los familiares. Es la forma de Stone de hacernos participar de la angustia de los supervivientes, del tremendo esfuerzo por seguir viviendo que llevaron a cabo durante las terribles horas que se prolongó ese enterramiento en vida, ajenos a lo que sucedía, sin posibilidad de moverse con algo que no fuera la fuerza de sus palabras y sus recuerdos para reunir los motivos suficientes para mantenerse despiertos y no sucumbir a los brazos de la muerte, momento espiritual, motivo de risas de algunos en la sala, incluído. Fuera de ese angustioso y claustrofóbico escenario lleno por completo con primeros planos de los rostros, principalmente ojos, de los protagonistas, están los familiares. La crítica a la falta de información en favor del bombardeo incesante de imágenes en las televisiones de todo el mundo. Y en un lugar del mismo es donde un elemento radical, que juega un papel fundamental en el desenlace de la trama, el ex marine Karmes, siente que Dios le llama a pedir justicia y se presenta en la denominada zona cero para ser testigo del desolador y demoledor aspecto de lo que en su día fue el centro neurálgico de actividad del centro financiero estadounidense por excelencia. Y al otro lado los espectadores acompañamos a esas familias que viven un auténtico infierno viendo sin saber lo que realmente sucede. Intentando sobrellevar las ausencias cuando aún no han digerido lo sucedido. En definitiva, un sentido y merecido homenaje a las víctimas y al espíritu de colaboración que hizo posible el rescate de los supervivientes, con los efectos necesarios, la fotografía impresionante, la música dosificada y sin tintes políticos. Dos horas de auténtico cine.
Calificación: Notable.
Para todos los que busquen el lado humano de la tragedia por encima de los efectismos a que nos acostumbran otros géneros.
Lo mejor: Sus protagonistas, su fotografía, la transición ritmo/pausa para diferenciar los momentos pre y post atentado. El estremecedor sonido de los derrumbamientos.
Lo peor: El momento místico del agente Will. La radicalidad que desprende el personaje del marine Karmes.
Escuchando ENYA "Watermark"
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Besitos.