Pastillas de la felicidad

abe de sobra que el día será como cualquier otro, una sucesión de horas de obligado cumplimiento que le reportan los ingresos con los que a final de mes puede pagar el alquiler, llenar la nevera y disponer de los servicios básicos de confort a los que aspira cualquiera en el primer mundo: luz, agua, calefacción, teléfono, televisión aunque sea bajo un techo de alquiler.
Sin embargo se siente diferente y confía sino en cambiar, alterar el orden habitual de la rutina. Cuando sus compañeros del departamento han ido a la máquina de café para el primer descanso de la jornada los ha acompañado. Se ha sorprendido así misma abriendo tema de conversación y viendo como eran los demás los que interactuaban con ella, no a la inversa. Ver sonrisas que ella ha dibujado le han transformado el rostro haciéndola brillar con una intensidad que ni ella misma pudo sospechar que albergaba. Esa que tantas veces anhelaba tener cuando la observaba en otros.
Al regresar a su tarea, ésta dejaba de ser el complejo rompecabezas habitual para transformarse en un divertido reto que acomete con rapidez y precisión. Hasta el hilo musical parece haberse apiadado de su torturada mente para ofrecerle los ecos de melodías que la llevan a imaginarse paraísos lejanos, momentos felices e incluso a practicar tímidos movimientos de baile que parecen pasar desapercibidos al resto.
A diferencia de otros días donde hasta que se le caiga un lápiz del escritorio a la desgastada moqueta provoca una reacción de irritación entre los que asisten como autómatas a tan inútil acontecimiento, hoy todo son sonrisas, entregas amables de documentos acompañadas por miradas sonrientes y hasta la confirmación de si cuentan con ella para el almuerzo porque van a hacer la reserva. Se sorprende así misma respondiendo afirmativamente.
Cuando llega la hora de la comida y antes de reunirse en el vestíbulo con los demás, pasa un momento al baño y saca su cajita mágica: Un pastillero redondo de lacado azul y extrae una pequeña pastilla. La introduce en su boca y recogiendo un poco de agua en la palma de su mano procede a tragarla.
¿Cuánto de lo bueno de este día es gracias a ella misma como persona de verdad? ¿Cuánto de esa pequeña pastilla alquímica que regula su estado emocional?.
Apoya sus brazos sobre el lavabo mientras aprieta fuerte los ojos frente al espejo al tiempo que en su mente repite como un mantra: "¡quiérete más!", "¡quiérete más!", "¡quiérete más!". Hace tres respiraciones profundas exhalando lentamente el aire antes de abrir lentamente los ojos para sonreír a la imagen que proyecta de sí misma el espejo.
Ahí esta. Ella. Sobreviviendo a un día más.



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