La nieve que yo sueño

Llega en silencio.
Cae sin hacer ruido.
Se posa con el sigilo de un felino.
A su alrededor sientes que se amortigua el sonido.
Todo se envuelve de un halo de irrealidad tranquila donde los minutos quedan suspendidos cuando no detenidos.
Nos hace conscientes de una suerte de calma reposada que pone un brillo infantil en nuestra mirada.
Sentimos el irresistible impulso de tocarla, de sentir su frágil suavidad blanca que casi instantáneamente se transforma en agua cuando es un copo, o en una bola que entre carcajadas se lanza.
Sin importar nuestra edad, durante unos breves instantes retornamos a la infancia.
Vemos extenderse en el suelo su capa blanca.
Adornar de brillos blancos las ramas.
Nuestras huellas mientras caminamos marcadas como si de una playa se tratara.
Solo que no hay olas que las borren. Ya lo harán otras pisadas.
Cruje silenciosa a nuestro paso, esponjosa, húmeda, hermosa.
Cambia nuestro paisaje habitual y lo transforma en una bella postal.
Así la disfruto, la pienso y la sueño.
Seducida por su magia me deleito en el encanto ciego.
Como un enamorado antes de sufrir un desengaño.
Como quien juega con fuego.

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