Laberinto emocional
Me resulta a veces terriblemente complicado seguir hacia adelante sin perderme entre la maraña de lo cotidiano, los golpes del destino, la incertidumbre y la decepción.
Imagino que es algo común a todos los mortales pero ya no me consuela. A veces lo llevo mejor, otras menos y últimamente no lo llevo bien.
Es cierto que la edad nos vuelve maniáticos o más bien acentúa esas peculiaridades del carácter que antes pasaban más inadvertidas,incluso resultaban anecdóticas, para transformarse en algo rayano a la intransigencia.
Como cuando un jugador de cartas suelta un "me planto".
Así me descubro últimamente.
También es cierto que luego se me pasa y actúo como si nada hubiera sucedido. Continúo.
Pero creo que en el proceso me recubro de una patina de indiferencia que amortigua externamente pero rompe por dentro quebrando poco a poco las luces de esperanza que aún existen en mi interior.
Uno no termina de acostumbrarse a aceptar una mala mano. Sólo aprende a jugar la partida sin que la pérdida sea mayor.
La mente resulta un laberinto atractivo siempre que no termines perdiéndote en su interior.
Aunque hayas salido varias veces con éxito de su peligroso desafío a veces no es tanto perderse como la falta de fuerzas para continuar buscando la salida.
Y en estas te encuentras cuando un desafío mayor se abre ante ti y decides acometerlo. La inercia del movimiento. El instinto de supervivencia. Plantearse un nuevo reto que te haga olvidar el fracaso del anterior o sencillamente dejarse llevar, mecerse en la corriente disfrutando del cosquilleo de lo incierto. Vivir.
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