Paisajes urbanos

Si hay un lugar donde la vida nunca se detiene,  pese a presencias y/o ausencias, sin duda es la ciudad.
Las mismas calles de siempre pero cada día distintas según incida en ellas una u otra luz.
El trasiego del tráfico, el deambular de la gente que asume como un sonido cotidiano la sirena estridente de la ambulancia, sin detenerse a preguntar qué ha pasado.
El paso veloz de una patrulla con sus oscilantes luces azules no calla las conversaciones y si capta alguna furtiva mirada enseguida la pierde porque se posa en un escaparate.
Se escucha una maldición por tropezar con un adoquín fuera de lugar.
Perros que sortean el trasiego de apresurados peatones con la mirada al frente.
Personas que se acodan en la barandilla de una terraza, otras que agitan desapasionadas manteles por la ventana.
Palomas que hábiles atrapan restos de pan entre las despintadas rayas de un paso de peatones.
Neones verdes de farmacias, farolillos rojos que prenden de negocios que regentan ciudadanos del lejano oriente y que resultan ya tan familiares como las colillas que, dispersas, se apropian de las aceras compitiendo con plásticos, chicles y papeles.
Bancos de hormigón con firmas de tinta de alcohol negra que esconden un nombre que nadie entiende.
Papeles de eventos, conciertos y proclamas que desafían a las limpias fachadas.
Farolas con teléfonos impresos que nos ofrecen la venta o alquiler de un piso o de una habitación en idiomas que no son el nuestro pero que ya la cotidianidad nos ha enseñado a descifrar.
El bullicioso patio de un colegio a la hora del recreo que sólo cesa cuando suena el timbre para regresar a las aulas.
Los aromas a frito, a especias, a orina, a sudor... que se escapan de bares, restaurantes y esquinas.
Los autobuses atestados que maniobran temerariamente en calles estrechas de doble sentido que ven reducida la visibilidad por los vehículos que se aparcan en zonas inapropiadas.
Gente que al salir por las bocas de metro en masa parecen insectos saliendo de un enorme hormiguero.
Ecos de tango, guitarras o violines de los músicos callejeros.
Las monocordes voces de megafonía que pierden significado cuando el sonido del tren roza en las vías.
La jungla de asfalto que es testigo de nuestra urbanita vida.
El pulso de la ciudad.
El fondo de una fotografía.
Son los paisajes urbanos que se suceden en mis días. 

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