Hablando en serie: "La zona"
Que en la ficción española de la última década ha habido un salto cualitativo es algo innegable.
De la comedia familiar para todos los públicos, rodada íntegramente en interiores y con todos los estereotipos del mundo desarrollados en capítulos con una duración media de noventa minutos, poco o nada queda.
Quizá espoleada por el consumo mayormente internacional del espectador medio español, la industria de la ficción televisiva ha sido la avanzadilla audiovisual, trasladada posteriormente al cine, para demostrar que aquí, cuando nos lo proponemos, hacemos trabajos muy dignos, profesionales, que pueden competir, igualar e incluso superar a sus competidores jugando con una baza muy importante, al menos en mi opinión: historias de aquí, con personajes de nuestra vida cotidiana, con situaciones con las que nos podemos identificar mejor porque son parte de nuestra realidad diaria.
Hay que admitir que el público no siempre ha respondido de la forma más adecuada por ese maldito complejo de creernos inferiores y desprestigiando la labor de muchos profesionales patrios tanto intérpretes, como técnicos, directores, fotógrafos... y toda una inmensa lista de piezas fundamentales en la elaboración de estos productos.
Por otra parte, el maltrato generalizado al telespectador de las cadenas que han emitido estas propuestas con sus horarios imposibles, el bombardeo publicitario durante sus emisiones eternas y sus bailes de movimientos de programación, han hecho flaco favor a que nos resulten atractivas y mucho menos interesantes.
Hasta no hace mucho, dentro de la industria cinematográfica española, hasta los propios actores menospreciaban a los que optaban por trabajar en formato televisivo llegando a dudar de sus dotes interpretativas o de su capacidad de transmitir de forma realista lo que únicamente los "grandes" eran capaces de ofrecer a través del cine y/o el teatro.
Por suerte, el aterrizaje de las primeras plataformas en streaming apostando por producciones nacionales propias o emitiendo los primeros éxitos de las cadenas generalistas sin publicidad, brindaron la oportunidad de disfrutar de las mismas creándonos la necesidad de tener más historias así.
Ahora que todo el mundo celebra la gran recepción internacional de series españolas como "La casa de papel", los que como yo hemos seguido de cerca la series españolas fascinándonos con cada avance, nos encanta informaros de series que sorprenden por su calidad.
Este es el caso de "La zona", producida por Movistar+ y dirigida por Jorge Sánchez Cabezudo responsable de otra de las grandes ficciones nacionales de los últimos años, "Crematorio", junto a su hermano Alberto Sánchez Cabezudo.
Si recientemente habéis visto la extraordinaria "Chernobyl" encontraréis, salvando las distancias, algún paralelismo con "La zona" solo que en la serie que nos ocupa no sólo es bastante anterior sino que incorpora a la narración de un desastre nuclear una investigación criminal.
Con un ritmo endiablado, unas interpretaciones magistrales entre las que destacaría la imponente presencia de Eduard Fernández a cuya altura está una muy convincente Alejandra Jiménez y un extraordinario plantel de secundarios que dotan de verdad y coherencia al conjunto, "La zona" es una de las grandes series españolas de la última década.
La serie nos habla del regreso del inspector Hector Huría tres años después del escape en una central nuclear en cuyo rescate resultó ser el único superviviente, para reincorporarse al servicio tras una prolongada baja a consecuencia del mismo. El lugar del accidente donde tenía su hogar es ahora una "zona de exclusión" donde siguen activos los estudios de los efectos del escape y donde una empresa de la provincia se encarga de la limpieza de los residuos radioactivos para intentar devolver cierta normalidad a los habitantes.
Cuando aparece un cadáver devorado a todas luces por algo distinto a los lobos que abundan en la zona en una de las fábricas abandonadas del área de exclusión, se inicia una investigación criminal que sacará a relucir las condiciones infrahumanas en las que subsisten los trabajadores que realizan las limpiezas, los negocios clandestinos que se mueven entre la población marginal que allí habita así como el ocultismo que sobre la gestión del accidente está llevando a cabo la empresa responsable de la central nuclear.
Todo ello a lo largo de ocho extraordinarios episodios de escasos cincuenta minutos con un nivel de producción equiparable a cualquier rodaje cinematográfico, un guión brillante donde se respira la tensión y las emociones conjugado con una fotografía impecable que aporta la atmósfera adecuada a cada uno de los escenarios y personajes.
Rodada en exteriores de Asturias de hasta ocho localizaciones diferentes. Ahí es nada.
Un ejercicio de maestría que he tardado en descubrir y que las circunstancias actuales me han permitido disfrutar en toda su intensidad y que no puedo dejar de recomendaros vivamente.
Toda una reivindicación y ejemplo de calidad de la nueva ficción española.
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