Las cosas de Paco y Juana 1: "La mudanza"

- Que sí, cari, que te lo dije, que llegarían las cosas por la mañana
- ¿Pero cómo se te ocurre, Paco? ¿Tú sabes la de cosas que tengo que hacer? Y tú no vuelves hasta la noche. Aquí controlando que hagan todo como Dios manda, que lo dejen todo puesto y a desembalar como una loca.
- Pídele a Cristina que te ayude. Total, está todos los días en casa metida. Me estoy planteando hasta ponerle una habitación para que se ahorre el paseo y todo.
- Muy gracioso, Paco. Muy gracioso. Cristina es mi amiga. Viene a hablar y con lo que tiene encima lo que menos necesita es que yo le de problemas.
- Claro, cari, claro. Se me olvidaba que ejerces de psicóloga altruista desde hace más de seis meses, que cocinas para una persona más, bueno, eso cuando no se trae a los niños con ella claro, y convierten la casa en su campamento particular.
- Oye. Eso sí que no. Sabes que adoro los niños y que, a diferencia de los nuestros, les gusta todo lo que cocino.
- Hombre Juana, teniendo en cuenta que su madre no sabe cocinar, cualquier cosa les gustaría.
- ¿Cómo?
- No, cari, no me entiendas mal. Tú cocinas bien pero esos pobres niños... Empieza la reunión tengo que dejarte. Los de la mudanza llegarán a las doce. Estate pendiente y si necesitas algo, me llamas.

¡Lo ha vuelto a hacer! ¿Pues no va y me cuelga? Y ¡hala!. A comerme el marrón. ¿Qué si lo necesito le llame? Pero si es que debería estar aquí. ¿Cómo va a ayudarme con las cajas? ¿Con telequinesis?
¡Mierda! Pero si están ahí los de la mudanza y son ¡las diez!.
- Sí, soy yo. Pasen por favor.
Voy a llamar a Cris. Hoy no es el mejor día para que venga. Pero si ya está aquí. ¡Ay Cristina! Que hoy no tengo el día.
- Juana, cielo. No sabía que hoy tenías mudanza.
- Cristina, guapa. Ni yo lo sabía. Paco me lo acaba de decir ¡ahora! Y encima se han adelantado. ¡Qué desastre!
- Vaya. Justo hoy que venía para invitarte a tí y a los chicos a comer con nosotros en el "Mesón de la Puebla".
- Señora, disculpe, ¿dónde le ponemos el sofá? - le pregunta un hombre barrigudo, entrado en años y cubierto de sudor.
- Claro. El sofá. En la cocina
- ¿En la cocina?
- ¿Le parece a usted que va en la cocina? ¿Es que no ha pillado la ironía? En el salón, hombre. Al fondo.
Cristina la mira perpleja y sonríe tímidamente al hombre intentando disculpar a su amiga pero este se ha puesto a vocear a los mozos el destino del sofá.
- ¿No crees que te has pasado un poco? - increpa Cristina a Juana.
- Pero, ¿qué dices Cris? Ironía, sólo fina ironía pero está claro que no todo el mundo la entiende.
- Oye, mira, creo que tienes un mal día. Mejor me voy.
- ¡Oh, si! Vale. Yo tengo un mal día. Nada, maja. Pues que disfrutéis la comida. A ver si la próxima vez en una de esas charlas infinitas que tenemos me dejas saber, a parte de todos tus problemas, cuando se te ocurra una idea magnífica.
- Juana, a veces eres imposible. Luego te llamo. ¡Mejor!. Te llamo mañana.
- ¡Muchas gracias por tu ayuda! - se despacha Juana indignada dándole la espalda y enfilando con paso marcial el camino al salón para ver cómo han colocado el sofá.

Si es que Paco tiene razón. Soy tonta. Rematadamente tonta. Pues mañana le va a coger el teléfono a Cristina Rita. No. Su ex. ¡Coño ya!.
Menos mal que estos de la mudanza van rápido. Con un poco de suerte acaban pronto y podré acostarme un rato aprovechando que los chicos están con los abuelos. ¿Qué me venía a invitar a mi y a los chicos a comer? Pero, ¡si sabía que hoy los chicos no estaban!. San se acabó.
- Perdone, señora - el barrigudo ahora colorado como un clavel reventón y más sudado que Camacho la llama manteniendo una cierta distancia - aquí ya hemos acabado. ¿Me firma el albarán?
- Claro, hombre. ¿Le apetece una cerveza?
- Estamos de servicio. Pero si tiene un poco de agua fresca, se lo agradecería.
Juana saca un vaso generoso y lo llena a rebosar hasta en dos ocasiones y ofrece otros tantos a los mozos.
- Tenga, para que se tomen una cerveza al acabar a mi salud - les despide Juana entregando al barrigón un billete de veinte euros.
- Gracias, señora. Es usted muy amable.

Amable Cristinita. Soy amable. ¿Te enteras? Pero qué te vas a enterar. Si ni siquiera te acordaste que hoy los chicos no estaban en casa. ¡Hombre! Mira quien llama.
- Hola Paco. Acaban de irse los de la mudanza.
- ¿Ya? Pero si venían a las doce y son las dos.
- A las diez, Paco. Han venido a las diez.
- ¡Por favor! Si les pedí que llegaran a las doce. La gente no se entera.
- ¡Qué razón tienes, Paco! No se entera o no se quiere enterar.
- Tú dándome la razón. Cari, ¿tienes fiebre?
- Paco, no empecemos

Si es que al final, le tengo que querer y todo. Bueno. Pues vamos a empezar a sacar trastos. Pero primero una siesta.

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